El agua corporal disminuye a medida que cumplimos años.

El aproximado 60% de agua que contiene nuestro cuerpo disminuye a medida que pasan los años, y esto comporta que también se pierde la tasa metabólica. Esta situación, en muchos casos, puede exteriorizarse con el aumento de peso. Asimismo, una
mala hidratación puede hacer que aumente el riesgo de producir enfermedades crónicas.

Aunque con el paso de los años muchas personas desarrollan el hábito de beber agua, la edad provoca que el cuerpo tenga una menor sensación de necesitarla, lo que provoca que estemos en una situación de vulnerabilidad ante una posible deshidratación.

Por último, pasados los 65 años muchas personas pueden sufrir cambios en su situación socioeconómica, es decir, se cesa la actividad laboral por jubilación y la cabeza debe adaptarse a nuevas dietas o nuevos alimentos. Estos cambios alimenticios hace que se asuma una dieta monótona y se disminuya la cantidad de comidas recomendadas. Estos cambios, igual que las dietas a veces aconsejadas por los médicos debido a alguna enfermedad, provoca un cambio de alimentación en el que muchas veces se descuida la hidratación.





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